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Patrimonio Civil

Descubre el patrimonio civil de Tacoronte a través de sus emblemáticas edificaciones. Desde la imponente Alhóndiga, testigo de la historia agrícola y vitivinícola de la región, hasta la antigua y majestuosa Casona, reflejo de la arquitectura tradicional.

LA ALHÓNDIGA

Edificio de líneas graves y austeras, construido en 1685 como granero público con la finalidad de custodiar las fanegas de trigo con las que contribuían los vecinos del lugar, para remedio de las necesidades comunes del pueblo de Tacoronte, de conformidad con las ordenanzas del Pósito, institución benefactora que se fundó en 1618. Existió otra alhóndiga similar, muy cerca de la que hoy subsiste y que desapareció en 1947.

El Pósito o Alhóndiga fue una entidad piadosa y de crédito para administrar los bienes comunales, institución que tuvo una función como una auténtica administración municipal, desde la que emanaban las mandas para el buen gobierno de la vecindad.

En la actualidad, la Alhóndiga se destina a fines culturales y, especialmente, en beneficio de todo lo que concierne a la agricultura.

Singular relevancia ha tenido este granero desde la década de 1970, pues desde allí se inició un movimiento significativo, fomentando e impulsando la actividad vinícola del pueblo de Tacoronte y de la comarca de Acentejo. Este proyecto ha adquirido una dimensión regional inusitada, despertando el interés de los agricultores e instituciones públicas y privadas, logrando que el vino canario alcance las mayores cotas de su historia, a partir de las Semanas Vitivinícolas Alhóndiga que se desarrollan desde 1978.

LA CASONA

La Casona es una de las casas más antiguas que se conservan en Tacoronte. Fue mandada a construir por Juan Pérez, clérigo de Santa Catalina, en el siglo XVIII, con el objetivo de fundar en ella la capellanía de la parroquia.

Quizás La Casona deba su nombre al gran tamaño de su estructura, una de las características más solariegas del inmueble. En su fachada blanca, ricamente equipada con madera, destaca la hermosa balconada que abarca los tres ventanales de la planta alta y el tejado.

Una vez dejó de ser capellanía, y hasta hace tan solo unas décadas, la planta baja de la casa fue el juzgado del pueblo. Después pasó a manos privadas y cambió varias veces de propietario hasta que finalmente fue comprada por el Cabildo de Tenerife, actual titular del inmueble.

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